miércoles, 18 de enero de 2012

Conozca los miembros del Grupo Caleb

  Mi nombre es Beatriz Caldeion Higalg. Tengo 55 años, nascí en Lima – Perú, y estoy en la Iglesia Universal hace 1 año e 8 meses.
Mi vida estaba espiritualmente muy mal. No podía dormir, tenía mucho nervosismo, y mis hijos de tan mal que estaban se refugiaban en el alcohol. Había muchas peleas en mi casa, y a veces yo golpeaba a mis hijos. Cuando empecé a venir en esta Iglesia, mis hijos de despreciaron y me maltrataban. Ellos creían que yo me iba de esta Iglesia, porque yo siempre cambiaba de Iglesia, pues no me sentía bien en las otras Iglesias. Pero desde que encontré a Dios, estoy bien día tras día. Ahora mis hijos me buscan, y tenemos unión. Ya no hay peleas en la casa, hay paz. Ya puedo dormir bien, y sé que en esta Iglesia está Dios. Aquí yo encontré la paz que yo necesitaba. Una paz que lo buscaba en otras congregaciones, pero nunca lo he encontrado, como lo encontré en la Iglesia universal. Estoy muy feliz aquí.

Lección práctica

Había una vez un gran guerrero. Aún siendo muy viejo, todavía era capaz de derrotar a cualquier competidor. Su reputación era conocida en todo el país, y muchos estudiantes se reunían para estudiar bajo su dirección. Un día, un joven guerrero infame llegó a la villa. Él estaba determinado a ser el primer hombre en derrotar al gran maestro. Junto a su fuerza, el maestro poseía una habilidad fantástica en percibir y sacar provecho de cualquier debilidad de su oponente, ofendiéndolo hasta que perdiera la concentración. Entonces, él esperaba que su oponente hiciera el primer movimiento, y al revelar su debilidad, lo atacaba con fuerza sin piedad y con la velocidad de un rayo. Nadie jamás había resistido, más allá del primer movimiento, en un duelo contra él.
Contra todas las advertencias de sus estudiantes preocupados, el viejo maestro alegremente aceptó el desafía del joven guerrero. Cuando los dos se posicionaron para luchar, el joven guerrero comenzó a insultar al viejo maestro. Él le tiraba tierra y escupía su rostro. Durante horas ofendió verbalmente al maestro con todo tipo de insultos y maldiciones conocidos por la humanidad. Pero el viejo guerrero se quedó allí parado, tranquilo. Finalmente, el joven guerrero quedó exhausto. Percibiendo que había sido derrotado, huyó vergonzosamente.
Un tanto decepcionados por no haber visto a su maestro luchar contra el insolente, los estudiantes se acercaron y le preguntaron:
- ¿Cómo pudo soportar tantos insultos y ofensas? ¿Cómo pudo derrotarlo sin moverse?
- Si alguien viene a darle un regalo y usted no lo acepta, ¿para quién regresa ese regalo?, respondió el maestro.
Obispo Macedo